jueves, enero 26, 2006

Las cosas por su nombre

Las vueltas carnero siempre me cayeron simpáticas. Pienso en la vuelta carnero y me viene como una alegría, que puede llegar hasta cambiar mi (mal)humor del día.

Ademas es facil de hacer, gratificante, instantánea. Envión, a la colchoneta, pum, ya estás del otro lado.

Nada que ver con el fli fla, que creo que nunca terminó de salirme, o el mortero. Cosas tan complicadas que hasta me olvidé la diferencia entre uno y otro, y que requieren de una engorrosa práctica que te arruina todo el placer del movimiento.

Y de ninguna manera acepto que las llamen rol adelante, como nos mandaba a hacer con cara de circunstancia el profesor de gimnasia de la primaria mientras leía el diario. Rol! Justo a la vuelta carnero que es lo menos solemne que hay, pero por favor!

O mucho peor, tumba carnero. Porque qué viene a hacer la palabra tumba metida en algo tan movedizo, travieso, vital y radiante ? No, de ningún modo. La vuelta carnero debe seguir siendo lo que siempre fue, una pirueta alegre al alcance de todos los niños.

Chau. Me retiro haciendo cabriolas.

sábado, enero 21, 2006

Sobre llovido, mojado

Anuncio: este post es laaaaaaaaaargo. Los amantes del minimalismo tienen mi entera autorización para retirarse. En silencio señores por favor que hay otra gente que quiere ver la película, y agáchense que tapan a los de atrás.

Hay días en que definitivamente no. Como si un detalle se encadenara con el otro, imán irrefrenable, y se armara una especie de cadena de mala racha. Esos días deberían considerarse como una suerte de feriados individuales: apenas uno huele que el día pinta así inmediatamente debería dejar de hacer lo que está haciendo, volver a la casa y quedarse quietito haciendo la menor cantidad de cosas posibles.

Por ejemplo el otro día. Tenía que ir a buscar a un nenito a la escuela y traerlo al centro de salud para que tenga su sesión. Es parte de las actividades que me corresponden en tanto que pasante, y ya de por sí me infla los quinotos porque considero que no me aporta gran cosa. Llovía. Empecé a sentir la invasion del malhumor cuando me enteré que no sólo tenía que ir a buscarlo y traerlo, sino además llevarlo de nuevo a la escuela y volver. Esto da la módica suma de 4 trayectos 4. Empezamos mal.

Había caminado una cuadra mas o menos cuando noté que la suela de mi zapato derecho estaba totalmente partida al medio, con la consecuencia lógica e inmediata de toda el agua de la vereda en mi pie. Bingo, pensé. Recién salgo de una gripe nefasta, y caminar con los pies mojados va a ser una fiesta para los microbios que no esperan otra cosa que la recaída.

En ese estado caminé las larguísimas cuadras que me faltaban y llegué a la escuela. Toco timbre y nadie responde. Vuelvo a tocar, nada. Así durante aproximadamente diez minutos. Era obvio, no podía ser que en semejante estado algo saliera bien.

Finalmente encuentro otra entrada, toco timbre y ahi sí abren. "Viene a buscar a quién???", me espeta el portero con cara de gil. Le explico con una falsa calma quién era yo y a quién venía a buscar, me mandan con otra tipa que sí conoce al nene, que porsupuesto no estaba listo. Ni siquiera estaba en el salon de clases. Tuvimos que ir a buscarlo a un despacho, en donde una maestra hablaba por teléfono mientras el pibe leía una historieta, y porsupuesto nos hacía esperar afuera.

Eran las 15.30, exactamente la hora en la que debería estar empezando la sesión. Mientras esperaba afuera del despacho como una imberbe a que a la tipa se le ocurriera terminar de hablar me invadían los "Quién me manda?" y "Qué carajo hago acá?. Finalmente mandaron al nene al aula a buscar sus cosas para irnos, el demonio de tazmania salió corriendo y cuando llegamos al aula... no estaba! La tipa que me acompañaba se quedó blanca hasta que el pibe reapareció y se ligó tremenda cagada a pedos mientras yo pensaba cómo corno íbamos a hacer para llegar a una hora razonable visto y considerando la cantidad de cuadras que nos esperaban.

El nene iba caminando pancho, mirando el paisaje y arrastrando su mochila-carrito. Para hacer más rápido agarré el carrito yo, pero hete aquí que la manija se había roto y no subía más, con lo cual o caminaba agachada o renunciaba al arrastramiento y la llevaba en la mano. Es lo que hice, con el consecuente dolor de espalda: la mochila pesaba mil toneladas.

Finalmente llegamos. Media hora tarde. Y casi casi ya ea la hora en que el nene tenía que volver a la escuela! La sesión (a la que me permiten asistir) duró cinco minutos, durante los cuales me fue imposible concentrarme en otra cosa que en mi malhumor ante la sola idea de volver a hacer el trayecto infame. Terminada que hubo, vuelta a agarrar el carrito y vuelta a la escuela, de más esta decir que tomé otro camino, me perdí y trataba de ubicarme mientras el nene me repetía "no es por acá, no es por acá, no es por acá".

Lo deposité y dale que va, hice por cuarta vez el camino. Llegué con los pies inmovilizados de tanta agua que me entró. Una colega me sugirió sacarme las medias mojadas y fabricar una especie de media con un folio de plástico (!). La idea no era mala, porque así al menos estaba el pie aislado. Me encerré en un consultorio a fabricar el artefacto y pasé el resto del día (porque todavía faltaba un bueeen rato para irme a casa) con un pie en una media de plástico, totalmente ridícula, sintiendo que estaba de campamento en Quequén. Con la remera empapada de la transpiración, que sumada a la calefacción altísima me hicieron un efecto invernadero infernal. Sintiendo en la garganta los primeros efectos del resfrío que recaía. Y sobre todo, sintiendo en todo mi ser la convicción de que no tendría ni que haber asomado un ojo fuera de mi cama esa mañana.

Por eso digo, deberia instaurarse el feriado individual por causa de mala racha. Se evitarían muchas desgracias.

sábado, enero 14, 2006

Macho dijo la partera...

Las palabras que se pronuncian se inscriben en el cuerpo. Somos hablados, habitados por el lenguaje y lo que se dice de nosotros.

Por ejemplo, las primeras palabras emitidas medio al tuntun por médicos y enfermeras en el momento de nuestra llegada al mundo.

X nace y la enfermera antes de ponerlo en los brazos de la madre lo mira llorar y dice: "uy, mire la cara que pone, como si ya desde ahora nos odiara... este va a ser un chico muy malhumorado señora". Dicho y hecho, X a los cinco años era un nene terriblemente inquieto, gritón, quejoso y siempre enojado, siempre de malhumor.

"En cambio su hermana -sigue la madre en cuestión respecto de la adolescente sonriente que la miraba quietita mientras X con sus cinco años de malhumor destruía todo lo que encontraba a su paso- ella es un solcito, siempre sonríe, es muy dulce". Y recuerda que para ella las enfermeras de turno tambien habían tenido un comentario para hacer : "esta nena es divina, con ella nunca va a tener problemas señora... ni crisis de adolescencia le va a hacer, va a ver".

Parece que siempre le tocaban enfermeras cotorras. Pero también pueden ser las palabras de consuelo, dichas con las mejores intenciones, las que tengan un peso especial en la vida de una persona. Z nació con Síndrome de Down. Sus padres al ver que la bebé había nacido así, lloraron, se desesperaron y se lamentaron de su suerte. Los médicos angustiados ante la escena y queriendo calmarlos, les dijeron que no se preocuparan, porque con todo el amor que le iban a brindar "las marcas del sindrome de Down se van a borrar y va a llegar el día en que ni se acuerden que ella tiene esa enfermedad".

Z creció rodeada de mucho amor, fue verdad. Tanto amor que llegada la pubertad los padres la sometieron a una cirugía estética que levantando los pómulos por acá, corrigiendo la forma de los ojos por allá, hicieron de Z una nena que no tenía mas cara de Down. Ni de Down ni de nada. Era una cara rarísima, se habían borrado las marcas del síndrome, pero con ellas se había borrado a Z misma. Una cara totalmente inexpresiva, lisa, inquietante. Y ella que habia llegado a ser una nena alegre, que iba al colegio, tenía amigos y vivía su vida como cualquier otra nena, a partir de ese momento tuvo un ataque de locura. Y claro, no se reconocía más en el espejo.

Palabras que se hacen carne, sentencias, predicciones, embrujos, maleficios que a veces tienen las consecuencias más insólitas e inesperadas.

Estas son historias reales, relatadas por la psicoanalista C.Mathelin, en Paris, enero de 2006.

domingo, enero 08, 2006

Mandarina mandarina mandarina mandarinaaa...

El otro día descubrí azorada que el olor a las mandarinas esas que estamos comprando ahora ( las que vienen en cajoncito), impregnada en los dedos da como resultado el olor a cuando yo iba al zoológico de chica a visitar a los bambis y les daba de comer las galletas esas con formas de animales con los confites grandotes rosas y amarillos.

Es increible el poder de los olores de evocar en un instante con total precisión toda una época, una situación, un lugar.

jueves, enero 05, 2006

Satisfaction

Que lindo,

Rascarse cuando pica
Tomar cuando se tiene sed
Dormir cuando el cuerpo está agotado
Sacarse la carnecita de la muela con el escarbadiente
Comer un cuadradito de chocolate cuando hay urgencia de algo dulce
Encontrar una moneda de veinte centavos que justo nos faltaba para el boleto

Que me rasques ahí donde me pica
Que me des de tomar el licor delicioso de tu voz
Que te acomodes al lado mío y cada hueco coincida con una saliente
Que me cocines justo el día que tenía ganas de sentarme y paladear manjares
Encontrar tu mano sobre mi cuerpo y sentir que me recorre una corriente eléctrica


Upside down
Boy, you turn me
Inside out
And round and round