viernes, julio 02, 2004

Fobias o La selva llega a la ciudad

Desde chica tengo fobia a las viboras, las giboras como les estoy diciendo ultimamente. Fobia no quiere decir "miedo a". No es que me de miedo que me envenenen, que me asfixien, que me baboseen, ni siquiera es asco. Es una sensacion rarisima, entre panico, inmovilizacion, necesidad de huir. No verlas, sobre todo no verlas.

De todos modos, como no vivo en medio de la selva ni trabajo como empleada de un serpentario, solamente con evitar pasar por el sector serpientes cuando voy al zoologico (esto es, jamas) o mirar documentales viborescos, ya esta.
Con todo es una fobia evitable. No es fobia a los perros, a los semaforos, a los carteles de coca cola (?), a los arboles. Digo, cosas con las que uno se topa todos los dias. Vivo en una gran ciudad, gracias a Dios incompatible con la presencia de las giboras.

Pero, oh cruel destino, hete aqui que una queridisisisisima amiga tiene un marido que es apasionado de los espantosos bichos. Y mi amiga, que ama a su marido, le regalo una para su cumpleanos. De ultima cosa de ellos. Claro, cosa de ellos hasta hoy, en que finalmente y por suerte para mi amiga, el marido se viene a instalar definitivamente aca tras unos cuantos meses de idas y vueltas entre Avignon y Paris.

Se vino con una camioneta gigante llena de muebles, y yo obviamente que me ofreci para ayudarlos a descargar las cosas y subirlas los tres pisos de escalera. Pero, pero, pero... y la gibora? De golpe me encontre huyendo hacia la esquina mas cercana mientras ellos la subian, haciendoles jurar y perjurar que la iban a dejar en un rincon de la casa tapada y bien lejos, sudando cada vez que tenia que entrar a la casa a dejar alguna caja, no sea cosa que se escapo o que alguien movio la jaula o la destapo sin querer...

Es cosa increible que una presencia bichesca pueda influir de tal modo sobre el estado de animo de uno, sobre la tranquilidad, sobre el modo de ocupar el espacio. Habia que verme atrincherada contra la pileta de lavar los platos casi sin respirar autoconvenciendome de que estaba todo bien mientras me temblaba el pulso al agarrar el mate.

Pero bueno, hay que ver el costado positivo: hace unos dias mi amiga encontro tres preciosas ratitas (simil las de Boriz) muy orondas por su cocina. Ahora ya hay quien las devore. La ley de la selva en pleno corazon parisino, lo que hay que ver.

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