sábado, abril 24, 2010

Viernes ritualizados

Los viernes salgo temprano de trabajar, un buen rato antes del horario de cierre de la guarderia. Empezo como algo azaroso y fue instalandose hasta convertirse en un verdadero ritual: en ese rato post-trabajo y pre- guarderia, me voy al cine.

Siempre al mismo, a mi cine preferido, el de al lado de casa que en realidad son dos cines gemelos, uno enfrente del otro separados por un canal y unidos por un barquito que traslada gente de una orilla a la otra. Efecto agua, como decimos con mi amiga; las luces reflejadas en la superficie al salir de la pelicula, prolongando el efecto de las imagenes aun demasiado presentes en la retina. Neblina en los dias de humedad, gotitas de lluvia, o bien el sol cayendo sobre el agua. Efecto que invita a quedarse en el mundo de la ficcion, permanecer en la embriaguez, silencio aterciopelado que nos deja saborear los acordes y las voces de la pantalla.

La mayoria de las veces no puedo elegir demasiado la pelicula, voy a ver la que corresponde con el horario, y eso me permite llegar sin demasiados a prioris, no escuche hablar de lo que voy a ver, no me la recomendaron o defenestraron, no lei lo que escribieron, analizaron, disecaron. En realidad creo que en realidad la pelicula importa poco, es el hecho de ir al cine lo que cuenta. El sol afuera y la sala oscura adentro, el cuerpo que se relaja de la tension del dia en las butacas rojas, la agitacion interna ante la inminente inmersion en ese otro mundo magico.

Un momento creado por mi, para mi, puro deleite.

Mi ritual de los viernes.