martes, septiembre 29, 2009

Pensamientos de una mañana lluviosa

Todo aquel que viva lejos de su país natal entiende esa mezcla de nostalgia y pelota en el estómago cuando ve cosas como una foto de Buenos Aires lluviosa desde la ventana de un bar empañada por el humo de un café con leche con medialunas. O cuando llama por teléfono un domingo y le cuentan que están poniendo la carne en la parrilla y se escuchan las conversaciones domingueras de la familia como ruido de fondo.

Clichés trillados si los hay, postales de novela barata, pero que calan tan hondo! Sobre todo cuando uno no se fue porque lo echaron, ni forzado, ni porque la situación estaba mal, en cuyo caso el sentimiento sería mas facilmente comprensible. La ridícula paradoja reside en casos como el mío, que me fui porque toda mi vida soñé con vivir en Paris; es decir que estoy donde elegí estar, como quiero estar y con quien quiero estar.

Et pourtant, sin embargo, me duele que estén todos reunidos por atacar la morcilla y yo del otro lado del teléfono. Me entristece no poder tomar cafecitos en un bar de ventanas empañadas con una amiga que me diga "te acordás cuando teniamos 16 años y..."

Me duele no poder pasar por delante de la escuela a la que fuí cuando era chica, por la plaza en la que mi papá me enseñó a andar en los patines naranjas, el balcón en el que mis abuelos tenían sus plantas y sus canarios, caminar bajo las hojas del otoño y acordarme de cuando volvía del colegio pisando esas mismas hojas.

Me cuesta aceptar que mi mamá no pueda llevar a su nieta a la plaza una vez por semana, que la gurrumina no se pueda quedar a dormir en lo de su abu mientras nosotros vamos al cine, no poder ir a tomar el té con mi tía, almorzar con mi hermano en su pausa del mediodía, hacerle upa a mis primitos, ir a hacerle el aguante a una amiga que está triste, tirarme con mis amigas del alma a mirar una película y comer chocolate, no tener adonde ir si cierro la puerta de casa y me quedaron las llaves adentro.

Hacía poco que habia llegado a Paris, y me acuerdo que un argentino que estaba acá desde hacía muchísimo tiempo me dijo "el primer año no te vas a dar cuenta porque vas a estar ocupada instalándote, pero a partir del segundo año vas a ver que vas a vivir irremediablemente partida en dos: cuando estés aca vas a extrañar Buenos Aires, y cuando estés alla vas a extrañar Paris".

En el momento no lo entendí pero ahora esa sentencia toma todo su peso. El verdadero problema es que es un problema sin solución, no queda otra que aprender a convivir con esa dicotomía. Porque amo Paris y no dejo de fascinarme cada día con esta ciudad y mi vida acá, pero tambien me duele Buenos Aires y los afectos que quedan del otro lado del océano.

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