Recien llegada a Paris, el huso horario me indica que cinco horas de mi vida quedaron en un misterioso espacio entre el hemisferio norte y el hemisferio sur. Las cinco horas "mas" de ahora son de algun modo las cinco horas "menos" de la ida, transformadas por todo lo que vivi en el medio. Y ahora que lo pienso quizas ese espacio misterioso es una buena definicion de lo que me pasa con este viaje.
Oi decir por ahi que cuando uno decide hacer su vida fuera del pais natal termina estando en una especie de nebulosa a lo Facundo Cabral, y termina siendo ni de aqui ni de alla. Y no estoy de acuerdo, al menos lo que me pasa a mi es exactamente lo contrario; no lo vivo como una disyuncion sino como una coordinacion, soy de aqui y de alla. Las horas no se pierden dejando un vacio sino que estan vivas, llenitas, rebozantes. La vida que estoy construyendo se va armando con lo que puedo traer de alla para aca y lo que puedo llevarme de aca para alla enriqueciendome en cada ida y cada vuelta, llenandome de cosas que aprendo en uno y otro lado y que tengo la suerte de poder compartir, transmitir, aportar, hacer crecer. Cada lugar me nutre, me aporta, y en ese recorrido me voy construyendo y armando la vida que quiero, lo que elegi, lo que deseo.
No digo que cuando estoy aca no extrano los abrazos de la familia y los amigos, la emocion de mirar a los ojos a mi amiga de la infancia devenida toda una madraza y seguir viendo en ella a la nena que fue mi companera de juegos inolvidables, las reuniones en casa en las que circula gente, asado, mate y tanto afecto. Claro que extrano todo eso, pero me lo traigo conmigo y me alimento y produzco algo a partir de eso, toda esa energia se transforma en algo que despues de alguna manera vuelve a toda esa gente.
Y claro que estando alla extrano mi casa, mi trabajo, mi arte. Pero me lo llevo conmigo, voy llena de todas estas cosas que hago aca y puedo aportarlas a mi historia resignificando desde mi mirada actual mi pasado, las relaciones con mi familia, la casa de la infancia, la plaza de la esquina, la pizzeria adonde me llevaba mi viejo cuando algunos mediodias me sacaba de la escuela para que almorcemos juntos. Puedo llevarle a la gente de alla todo lo que aprendo aca, y darles lo que de eso ellos quieran tomar, y al mismo tiempo aprender cosas que puedo traerme y seguir transformando.
Digo todo esto sentada en el sillon de casa, afuera atardece Paris, adentro suena el disco del Chaqueno Palavecino que me traje de Salta, el rap que escuchan los pibes que paran en la cuadra se mezcla con el ritmo de una chacarera, sus discusiones a los gritos en frances africanizado entran por mi ventana mientras el Chaqueno se pregunta donde iremos a parar si se apaga Balderrama. Y la amargura de la partida se mezcla con la alegria de llegar al hogar dulce hogar que estamos armando, y finalmente ese sabor agridulce es la sal de la vida, el azucar que nos hace caminar, el alfa y el omega. Todo vivido con la mayor intensidad posible, exprimiendo al maximo cada vivencia, cada situacion, que nadie pueda decir que hemos retrocedido frente a nuestro deseo.
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