Empezando por el mejor desayuno de la ciudad con delicias ahumadas de Bariloche, siguiendo por las salsas caseras que empezaban con los tomates hirviendo en la olla y terminaban en un festival de sabores, pasando por una cena para todos mis invitados en mi cumple, las coquilles saint jacques, los risottos, el pato caramelizado, las costillas de cerdo con pure de manzana a la mostaza, los quesos, hasta el descubrimiento de los vinos con aromas increibles, yo podria decir que mi farfo me enseno el gusto de las cosas.
No es que antes no tuviera papilas, pero es como si el me hubiera abierto una puerta a una nueva dimension, y me fuera llevando de la mano a traves de jardines de olores, caminos de sabores, palacios de colores, montanas de manjares sutiles, que requieren la apertura de todos los sentidos y que van desarrollando en mi a medida que vamos atravesando ese reino delicioso, una nueva manera de percibir. Combinaciones, mezclas, alquimias, intensidades, texturas que requieren ampliar la paleta de sentidos, y que me transportan a un estado de embriaguez sensorial.
No hay felicidad mayor que ir con el al mercado, verlo elegir los productos, despues sentarme al lado suyo en la cocina y empezar a sentir los aromas que empiezan a emanar, seguir todo el proceso, hasta el momento de gloria de la degustacion; sentarnos durante horas a la mesa a disfrutar, hasta caer rendidos de tanto placer.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario