miércoles, mayo 04, 2005
A las entraditas, baratita las entraditaaaa!!!
Hoy daban Tristan e Isolda en la Opera Bastille. Parece que era una puesta en escena re grossa, así que me dieron ganas de ir. Pero no es así nomás que uno va a la opera. Las entradas salen en venta un montón de tiempo antes, y hay sobrantes de abono pero se acaban muy temprano. Entonces la opcion restante es ir a pararse en la puerta y pescar a las personas que a último momento desisten, fueron plantadas, decidieron que prefieren ir a ver la tele o simplemente quieren lucrar con su entrada.
Allí nos fuimos, mi amiga Isabel y yo, incrédulas, pensando que era cuestión de soplar y hacer walkirias. Ya desde que salimos del metro empezamos a sospechar que la cosa se complicaba : en las escaleras de la salida del metro de la opera, del lado de abajo, un señor con un cartelito "wagnerianos entusiastas buscan una entrada". Ok. Ya arriba, una multitud de personajes de todas las calañas, portando cartelitos home made con marcador colorado, cartelito improvisado con birome, notita en un ticket de metro (!) anunciando la intencion de conseguir una, dos o tres entradas.
El mercado de Estambul, un poroto al lado de ese bazar. Negociados, transaccciones, gente tirandose encima de otra para preguntarle si por casualidad no vendían una entrada. Toda persona detenida en la puerta de la opera inmediatamente se transformaba en susceptible comprador o vendedor de entradas.
Hasta aquí, nada fuera de lo común. Lo realmente insólito son los montos de las transacciones. La mandíbula comenzo a desencajarsenos cuando preguntamos a cuanto la entradita y nos respondieron 150 euros, pero se nos terminó de salir de lugar cuando vimos que unos metros mas adelante, esa entrada era vendida a una persona que panchamente sacaba de su billetera asi, al aire libre, la suma solicitada, en correctos billetitos de 50. De golpe billetes de 100 euros iban y venian sin pudor ante nuestros ojos. Y nosotras, que ilusas pretendiamos comprar alguna entrada de las de 10 pesito, terminamos cambiando nuestra idea de ver la opera por la de pegarles un paraguazo a algunos de los transaccionistas o simplemente hacerles cosquillas y en la confusion del retorcimiento, agarrar esas billeteras e irnos con todo el dinero a comer un pancho y una coca.
Pero bueno, no lo hicimos porque somos buena gente (!) Y no habremos visto a Trisolda e Istan, pero el espectaculo de reventa callejera de haute couture bien valio la pena. Despues quise ver una de Fassbinder en el Pompidou, pero me colgue tomando te con Isabel, llegue tarde y no pude entrar. Asi que me volvi cabizbaja y meditabunda bajo la lluvia pensando que lindo que es estar en Mar del Plata en alpargatas, felices y saltando en una pata.
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