Aclaración: este es un post catártico. Si no lo leen, no me ofendo en lo mas ménimo.
Curso de Educacion Vial a las 9.30 am en Roca-la-conch-de-la-lor. Lluvia de diluvio universal con arca, elefantes y sor*tes de punta. No encuentro las llaves, puteo, salgo con mis botas de goma azules que usaba en una época para andar entre los charcos y andar a caballo porque era una niña pobre y no tenía botas de montar viste gordo. Las botas me quedan chicas e incómodas (claro, el pie me creció desde esa época).
Subo al 141, me congelo, tengo hambre y sed de cafecito caliente, no tengo reloj pero sé que el asunto de las llaves me demoró más de la cuenta y viajo con la espantosa sensación de que voy a llegar después de que la pseudo preceptora del curso se llevó la hoja de los presentes y entonces todo este esfuerzo habrá sido vanísimo. La máquina no tiene monedas para darme vuelto y eso termina de enfurecerme. Día de furia.
Unos 45 minutos después llego a la parada, me levanto dispuesta a hacer un quilombo de órdago por mis 20 centavos pero el colectivero es el más simpático viejito que haya visto y cuando me ve venir me tiende las monedas que ya tenía preparadas y me pide perdón. Le pregunto la hora: 9y27, pienso que si me apuro llego a tiempo y todo.
Bajo abriendo mi paraguas y en una pésima maniobra de mis botas azules resbalo por las escaleras del bondi y caigo de napia en el pasto empapado del descampado de la avenida roca. Me hago mierda la rodilla y la mano, no puedo caminar, estoy hecha sopa, recién salgo de una gripe y seguramente con esto entro en otra.
Voy al curso igual, llego a tiempo para dar el presente y aprendo cosas maravillosas como que la velocidad máxima reglamentaria en semiautopistas es de 120 km/h y que en una pendiente la prioridad la tiene el que sube excepto si el que baja es un camión con acoplado.
Realmente, qué ganas que tengo de tener los papeles en regla, eh.
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