Volví a paladear con gran placer el gusto de la pizza, el asado y las empanadas argentinas. Pero una de cal, una de arena, tambien volví a padecer el gusto vomitivo de la burocracia argentina... A saber, dos puntos.
Fuí a renovar el carnet de conducir a la Avenida "culo del mundo" Roca. Después de hacer una especie de cola amorfa logré que me dieran un número para el cual faltaban la módica suma de más de 200 números. No había dónde sentarse.
Primera pregunta: qué les cuesta poner unas sillas más sabiendo que todos los días desfilan muchísimas personas que tienen que esperar muchas horas?
Me instalé como pude con mi librito ad hoc en la parte de afuera, al menos había solcito. De repente veo que un tipo sin decir agua va cierra las puertas y toda la gente corre con desesperación para entrar. Parece que una vez que cerró las puertas por más número que tengas, kaput. Y si justo te fuiste a ver si llovía, alpiste.
Segunda pregunta: qué le cuesta al señor avisar que va a cerrar la puerta, cosa que toda la gente que está afuera esperando porque adentro no hay lugar, entre?
Obviamente que corrí yo también y entré justelli. Adentro no cabía un alfiler. Esperé, esperé, esperé. De golpe desde la ventanilla 4 una rubia gasallesca gritó que el último número que se atendía era el 250. Se armó un tole tole mayor, porque claro, habían dado número hasta como el 400, por ende si dejaban de atender desde el 250 todo el resto de la gente había estado toda la manana y mediodía esperando al cuete.
Tercer pregunta: para qué dan más números de los que pueden atender?
Tras los gritos pelados de toda la concurrencia, dijeron que hagamos una fila según los números. Aplauso general.
Cuarta pregunta: hay que aplaudir y agradecer porque te atiendan en una oficina pública, mantenida gracias a la contribución de los mismos ciudadanos que hacen la cola para hacer el trámite?
Porsupuesto todo el mundo a pelearse porque "Sr. yo estoy antes que Ud, no ve que tengo el 268, ehehheh?". Una vez armada la filita cual obedientes ovejitas a ser esquiladas, esperábamos nuestro turno cuando de golpe un Sr. comienza a vociferar epítetos de lo más pintorescos a la rubia gasallesca porque "cómo puede ser que me pidan un sello más si acá lo sellaron ustedes dos veces hdplaconchdetumdrelaptaqueteprió.
Un segundo Sr. se hace solidario del problema y vocifera aún más fuerte que el anterior "El Sr. tiene razón! Hay que rociarlos a todos con nafta y prenderles fuego". Ejem, simpática gente.
Un niñito daba vueltas por la sala y se metía entre las personas de la fila, más que embolado de tanto esperar. Ante la amenaza de huída del gurrumín, su madre le retrucó muy pancha: "si te escapás, voy a llamar al Sr. que estaba gritando recién y le voy a decir que te lleve".
Quinta pregunta: qué tiene en el cerebro la señora?
El escándalo deja como saldo que la rubia gasallesca y su compañera solidaria deciden retirarse ofendidas, dejando a sus dos colegas de garpe para ocuparse de la chorrada de personas que faltaba atender.
Porsupuesto a esa altura de las circunstancias tanto los clientes como los empleados querian huír porque pintaba el ragú, así que mágicamente en el examen de audición todo el mundo oía perfectamente, en el de visión todos veían de maravilla, todos estábamos sanitos física y psíquicamente, de modo que el tramite duraba lo que un pedo en una canasta.
Cuando finalmente salgo, pregunto dónde para el 141. Sr. de la barrera: "ehhh?". Sr. de la casillita de la entrada: "no será el 114 el que vos buscás?" No srrrrrr, el 141! Sra. de la casillita: "creo que por acá no pasa, ni idea".
Paraba enfrente.
Sexta pregunta: trabajan ahí todos los días, cómo no van a saber qué colectivos pasan y dónde paran?
Ya en el 141, con mi turno para dos cursitos teóricos y un examen práctico, todo en distintos días y a un horario espantosamente poco vacacional, ante la fascinante perspectiva de tener que volver a este bendito lugar aún tres veces más, me preguntaba:
por queeeeeeeeeeee??????????????
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