Van entrando de a poco, llenando la casa de objetos como baldes, pinceles, máquinas de agujerear. Corren todos los muebles de lugar, los reúnen en el medio del living y los cubren con un mugroso nylon dando al conjunto un aspecto de masa informe incolora inquietante.
La casa se llena de polvo que penetra en todos los rincones, en las orejas y en los pulmones (si éstos últimos son alérgicos, el concierto de estornudos y ojos hinchados está garantizado). La casa se llena de ruidos taladradores, especialmente a la mañana tempranísimo cuando uno duerme y de ritmos cumbianchengues a toda hora. El piso se llena de colillas de cigarillo (no pueden tirarlas en el tacho?)
Paulatinamente caés en la cuenta de que te los cruzás cuando entrás, cuando salís, cuando bajás a hacerte un té y cuando querés ir al baño, porque justo están rompiendo el inodoro cuando vos queres ir a mear.
Un día te sorprendés cuando te dicen que te llamó una amiga pero que no están seguros de cómo se llamaba, existiendo un perfecto contestador ad hoc. Intentás una protesta, pero en vano porque al final te acostumbrás a que atiendan el teléfono, que informen que me fui hace media hora, que respondan que les parece que hay gente arriba pero que no están seguros, y ya ni parece extraño el hecho de que NO me pasen los mensajes.
Van ocupando terreno, hasta lograr que no puedas dar un paso sin tener que saltar algún obstáculo. No podés pasar inadvertido y cada vez que llegás estás obligado a mirar cómo el caño está de podrido y oír el relato minucioso de las tubería y sus recovecos.
Son dueños del espacio, de los ruidos, de las comunicaciones. Y del tiempo, porque lo que era un mes se transforma en tres, lo que era mañana se transforma en un par de días más... Y lo realmente aterrorizante, lo que hiela la sangre y eriza los pelos, es que NO SE VAN. Siempre descubren un caño más que si no se arregla la casa se va a inundar, una pared que si no se enduidiza se va a derrumbar, un vidrio que se rompe y hay que reemplazar, un carulo que hay que foiculizar...
Pero la fatídica mañana en que al levantarte encontrás que te prepararon el agua para el mate "porque es lindo levantarse y tomarse un matecito", en esa sonrisa helada adivinás finalmente el macabro plan. Pero ya es demasiado tarde. La casa les pertenece.
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