W., 9 años, nació con un síndrome genético bastante poco común. Al año de nacer su mamá decidió que no tenía ganas de "cargar" con un hijo así, hizo sus valijas y nunca volvió. El papá de W. en lugar de considerarlo una carga, se hizo cargo. Tiempo después conoció a una mujer y quisieron casarse. La unica condición que él le impuso fue que aceptándolo como esposo tenía que aceptar tambien a W. como hijo. Ella no solo lo aceptó sino que fue desde entonces una madre cariñosa y atenta. El único detalle: ella no quiere que se pronuncie siquiera el nombre de la mamá biologica de W., ella quiere borrar todas las huellas de su presencia, hacer como que nunca existió, como que nunca pasó por su vida. Pero esa madre existió y W. lo sabe bien a pesar de que todos hagan de cuenta que no. Y ese abandono terrible, en el momento en que un chico más necesita a su madre, W. lo carga y lo cargará para siempre como un pesado equipaje.
M., 4 años. Pelo negrísimo y trenzas atadas con moñitos rosas. Ojos enormes, negros carbón. Mirada inquieta, dulce y temerosa. Vivía feliz con su papá y su mamá hasta hace siete meses, día en que su papá se fue y nunca más volvió a la casa. Su mamá le dice que él esta trabajando, pero M. todas las noches pregunta por que él no esta cenando con ellas, si es que no las quiere más, por qué se fue y sobre todo cuándo va a volver. Su mamá, pelo negro azabache y rasgos dulces como los de su hija, explica que el papá en realidad está en la carcel, por un "problema" de cuando era mas joven que hizo que ahora tenga que pagar su condena. Dice estar agotada de tanto trajín, pero sobre todo, muy angustiada ante las preguntas de M. que se vuelven cada día más insistentes. Ella está triste y la nena también. "Yo le digo que él esta trabajando, ella no sabe la verdad". "Ella", cuando su mamá termina de pronunciar la frase, levanta la cabeza y nos clava sus ojazos como diciendo "pero que se creen que soy boluda yo?". Claro que sabe. Pero extraña mucho a su papá y se la pasa haciéndole dibujitos de corazones y nenas con pelo largo.
Ausencias. Desapariciones. Abandonos. Historias de agujeros en la historia que ningún hilo puede coser ni ningun parche emparchar. Desgarros que acompañan el crecimiento, leche amarga de lágrimas saladas.
Secretos. No dichos. Ocultamientos. Historias de cosas no sabidas que se saben, circulan en el aire y entran en los oídos y en los ojos redondos de curiosidad. Frases que volverán una y otra vez al apoyar la cabecita en la almohada y que dan más miedo que el lobo de caperucita o la bruja de hansel y gretel. Secretos a voces que si se tratan de acallar, volverán con la fuerza de un vendaval.
Presencia. Mimos. Cuentos. Sonrisas. Caricias en los pies. Lágrimas de emoción ante la primer palabra. Manito hasta que me duerma. Puré en cucharita voladora. Canciones inventadas. Juegos compartidos. Sorpresas. Caminatas para descubrir el mundo. Respuestas al "qué es esto?", "cómo se escribe?", "por qué?". Complicidad ante el "dale que...?". Carcajadas. Vueltas carnero. Ganas. Alegría. Comida con sabor a casa. Tranquilidad. Seguridad. Confianza. Eso es lo que un chico necesita para crecer feliz.
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