De chica los maestros de la escuela me cantaban "hay que sacarlo todo afuera, como la primavera, nadie quiere que adentro algo se muera". Y me repetían incansablemente año tras año que yo tenía cosas muy interesantes para decir, y que era una pena que me guardara mis opiniones y privara a los otros de mis aportes. Pero algo hacía que así como cuando estaba frente a frente con una sola persona yo era toda creatividad, cuando estaba en grupo mi boca se sellaba y de golpe todas las ideas interesantes se transformaban en un gran vacío silencioso.
"Vamos, decime, contame, todo lo que a vos te está pasando ahora, porque si no, cuando está tu alma sola... llora" Y guardarme las opiniones, morfarme el enojo al punto de no poder siquiera darme cuenta que estaba enojada, tener pánico de las discusiones por la eventual posibilidad de que me dejen de querer, fue mi modus operandi grupal durante muchísimo tiempo.
Por eso ahora siento esa inmensa sensación de libertad cuando, como el otro día, pude decirle a un grupo y en voz muy alta lo que no iba, lo que no me gustaba, lo que me molestaba. Y no vinieron los jinetes del apocalipsis ni explotó el planeta ni aparecí del otro lado del espejo. Vinieron un par de lágrimas, de alivio. Me escucharon, discutimos, acordamos y desacordamos y la vida continúa. "Soy pan, soy paz, soy más, soy el que está por acá".
1 comentario:
Qué bonito. Creo que he entendido por fin la canción.
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