El escenario, una línea imaginaria a partir de la cual uno presta el cuerpo, la voz, los sentimientos, a un ser inventado que es uno pero que no es. Piedra libre al juego y a todas las ridiculeces, no hay normas ni reglas ni imposiciones. Una percha puede ser un pescado, y está todo bien. Todo puede ser. Las miradas, los gestos, las inflexiones de la voz, cada movimiento toma una importancia ancestral.
Pero sobre todo, divertirse. Horrores.
Jugar a correr por el pasillo de atrás solamente por el placer de aparecer del lado contrario por el que se viene de salir. Aparecer, desaparecer. Entre bambalinas, un mundo de objetos extraños, decorados, espejos. Mirar todo desde adentro de la tela negra, contener el aliento y de golpe respirar hondo y salir, saberse mirado y disfrutar transmitiendo emociones.
Una magia única, ritual, eterna.
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